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“La pérdida de la inocencia se produce cuando uno comprende qué cosas ha de hacer para sobrevivir”
“El joven es joven. Y debe serlo, al menos, toda su juventud y cagarse fervientemente en todos los que quieran hacerle envejecer prematuramente”
Miguel Ángel Solá vuelve a acudir a una cita con Elrin.com, fiel a los que le han sido fieles. Saluda a los rineros y se somete sin tapujos a un cuestionario en el que habla de cómo está el patio, de esto suyo de ser actor, del futuro de los jóvenes y por hablar habla hasta de Erice. Como siempre, Solá en estado puro.
Lo de Miguel Ángel Solá es un regreso por todo lo alto que tiene como objeto a la maltratada televisión. Un medio en el que el al priori es estar bajo sospecha. Pero como el olfato de actor es algo que le sobra a Solá, el actor bonaerense se ha embarcado en Desaparecida, la serie de La 1 que los miércoles reúne con la calidad como elemento a más de 3,3 millones de espectadores con una historia particular que forma parte del sentimiento colectivo. Anda estos días el teniente Sierra-Solá dándole vueltas a la desaparición de Patricia Marcos. Y su interpretación ya ha de sonar a premios televisivos al mejor actor. Todo es cuestión de tiempo. De calidad, de respeto actoral, de una forma de interpretar que hace que muchos de los que se han enganchado a la peripecia de este Guardia Civil coincidan en decir: “Es que cuando sale Solá parece que estamos viendo cine del bueno”.
¿Ves como también se puede hacer tele y ofrecerle al público más de lo que espera? Los miércoles, Desaparecida lo demuestra durante hora y media. El resto, agradecidos. Y esta entrevista, una perla en cada respuesta.
¿No es una paradoja que la televisión se haya convertido en el medio más fácil para desarrollar una carrera de actor?
No. Teniendo en cuenta el poco caso que la sociedad entera dedica al arte de actuar, y la mezquindad de los pocos medios con que se cuenta para difundirlo, no. La pérdida de la inocencia se produce cuando uno comprende qué cosas ha de hacer para sobrevivir.
Usted proviene de una larga tradición actoral, en la que la televisión era una opción más y ahora es omnipresente. ¿Qué hemos perdido en ese recorrido?
Alegría. Sueños. Voluntad propia. La “democracia” televisiva se reduce a un monólogo, promocionado como diálogo, en el que uno -yo, tonto de mí- escucha y ve lo que otros –agentes políticos y empresariales que luchan por una clientela- quieren que escuche y vea.
¿Qué análisis hace de esta situación de cara a los nuevos actores?
Es la época que les toca vivir. El peor de los mundos posibles y el único real. Y están a merced de las mentalidades que jalean la época, y de la eterna lucha entre la vacuidad y la ilusión. Parece perder la segunda. Pero el joven es joven. Y debe serlo, al menos, toda su juventud y cagarse fervientemente en todos los que quieran hacerle envejecer prematuramente.
Sin ánimo de menospreciar a nadie, ¿no cree que existe mucho intrusismo en su profesión, en la medida en que hay gente popular que a la mínima se convierte en pseudo-actor?
El tiempo los quita de en medio. Les da, por un rato, el dulce chupa-chup del regodeo. Succionarán de él hasta que se consuman, ambos. En cambio, los no intrusos, más pronto que tarde, sabemos que la piruleta trae caries y mal aliento.
¿Por qué ha aceptado hacer Desaparecida?
Desaparecida parece anacrónica en ésta época. Porque en ella el tiempo existe. No forma parte de la realidad virtual que la televisión quiere imponernos como realidad real. Desaparecida rezuma humanidad, y técnicamente es ejemplo de narrativa. La intuición de quienes la idearon, aceptaron y ejecutaron no ha fallado. Y mi intuición, al unirme a ella, tampoco.
Guión, dirección, interpretación… ¿En qué orden sitúa estos aspectos a la hora de hacer una buena película, serie, obra?
El cavernícola que regresaba a la caverna para contar que afuera había un monstruo peludo y gigantesco, capaz de quitar la vida -y de darla, al ser posible alimento y abrigo-, no necesitaba guión ni dirección, actuaba solo. Del arte de actuar deviene la memoria del hombre. Actor y público: la esencia. Lo primero es antes, decía un sabio. El burro primero, y luego, el carro con sus riquezas.
¿Cómo valora que haya talentos como Víctor Erice que han antepuesto sus principios a someterse a la maquinaria empresarial y, como resultado, ven pospuestos sus proyectos y apenas tienen visibilidad en el negocio? ¿Comprende esa postura?
Erice tendrá que ingeniárselas como sea para contar. Estoy seguro de que debe existir una fórmula; pero, ¿por qué reclamársela a quienes le castigan, si la exposición del talento de Erice deja con sus mediocres culos al aire a los dueños del casi todo? Y es, precisamente, en el poco rincón que no pertenece al casi todo, donde debe encontrarse la clave. La obligación de Erice es hacer, insisto, como sea. Obligación ante su propio talento, aclaro, ante nadie más. ¿Cree usted que, ante el llamado de Erice, serían pocos –actores, técnicos, pequeños accionistas y demás etcéteras- los que acudirían?
El Diario de Adán y Eva fue el gran éxito teatral de España de los últimos años. ¿Se imagina reeditando este fenómeno cultural con otro proyecto? ¿Lo tiene?
Una lesión medular te pone tantos obstáculos que salvar... Enormes y pequeños... No estoy en condiciones de volver al teatro. Y de poder, lo haría con “El Diario...”. Quedan, como poco, seis millones de espectadores en España para llenar las salas en las que se presente. En un año más se cerrará la herida que me ha quedado y podré, quizás, empezar a imaginarme sobre un escenario, quizás.
¿Cómo son los cinco minutos antes de salir a un escenario?
¿Los míos?... con ganas de estar entre la gente, contando para ellos el cuento de las buenas noches. Y en el caso de El Diario…, más todavía, por la urgencia de mostrarle a Blanca cuánto y cómo le amo. A veces, disfrazado de personaje, se puede hablar por uno mismo, y mejor.
¿Y el famoso miedo escénico?
¿Cómo voy a sentir miedo de entrar a mi casa?
La mayoría de los actores dicen tenerlo…
No puedo hablar de lo que no siento, de lo que no me pasa… Debe ser horrible… no los envidio.
¿Y los cinco minutos después de terminar una función? Cuando el personaje se va, ¿qué pasa?
El vacío. Dicho todo. Sentido todo. Pensado todo y de todas las formas posibles. Me he ido de mí, para ser yo. He conocido la libertad, el inenarrable y definitivo gesto del hombre libre. He sido presa y cazador, y arma que los va a vincular. Luego, el vacío. El volver rápido a casa para no caer rendido en cualquier lado.
¿Hay algún director de cine con el que diría sí al instante? (dando por hecho que el proyecto vale la pena)
No. Al instante no. Ya no.